Son muchos los titulares que ha acaparado la criptomoneda, pese a su corta existencia. No obstante, pocos han oído hablar sobre el token. Para algunas personas es considerado un sinónimo de la criptomoneda, para otras, en cambio, es un tipo de aplicación en el mundo de la cadena de bloques. Para Víctor García-Font, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación e investigador del grupo KISON del IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), toda criptomoneda es, en su esencia, un token. «Existen varias clasificaciones, y hay quien hace una distinción técnica entre ellas, pero me gusta considerar todos los activos digitales como tókenes, siguiendo la clasificación de Thomas Euler».
Las funciones de la cadena de bloques se han ido ampliando año tras año, con el avance tecnológico. De hecho, la tokenización de empresas ya es una realidad. Esta práctica consiste en crear un activo digital ―token― que la represente y, así, una compañía puede dividirse en muchas partes.
No todos los tókenes quieren ser dinero
Como recalca este experto, es injusto limitar los tókenes a la definición del dinero convencional. En la actualidad, este es un medio de pago, un almacén de valor y una unidad de cuenta. Y, pese a que algunas criptomonedas actúen así, como destaca García-Font: «pueden tener un abanico de usos mucho más amplio, así que sería absurdo que todas ellas compitieran por ser el futuro de los pagos digitales».
Además, hay tantos tókenes como posibilidades en el mundo de la cadena de bloques. Los números hablan por sí solos: desde su creación en el 2009, la criptoeconomía ha evolucionado exponencialmente. En la actualidad, hay más de 5.000 monedas digitales distintas. No obstante, pese a sus múltiples usos, la mayoría comparte un mismo ideal: la eliminación de los intermediarios.
Tókenes de oro
Hay que entender los tókenes como divisas que han sido diseñadas para resolver problemas específicos o con fines distintos. El bitcoin se conoce como la criptomoneda original y ahora es ampliamente aceptada como un depósito de valor. Según García-Font, las criptomonedas son el tipo de token que más se parece al dinero tradicional y, por eso, ha calado más en la retina de la gente que los otros tókenes. Su función es disruptiva, pero es comparable a algo que ya conocemos.
No se puede decir lo mismo del segundo tipo de token que comenta García-Font, los activos tokenizados. Estos representan un valor externo y material. Y, aunque esta definición puede parecer muy abstracta, el experto de la UOC pone como ejemplo la compañía Paxos Gold. En esta, cada uno de sus tókenes equivale a una cantidad de oro determinada. El usuario la custodia y puede exigir dicha cantidad a cambio del token. De ahí que el precio que ostente el token de Paxos Gold se ajuste al precio del material en el mercado.
Tókenes como activos en una empresa
Otra opción, muy relacionada con crear nuevas formas de negocio, es la de tokenizar una plataforma. La idea es obtener tókenes a cambio de un servicio que se preste a la empresa.
«Existe el caso de Storj, una plataforma que ofrece un servicio de almacenamiento, parecido al de Dropbox, pero descentralizado», incide García-Font. Así, el almacenamiento digital de esta nube proviene del espacio libre de otros usuarios, a los que se les está recompensando en forma de token.
El último tipo de token que explica este experto de la UOC es el token por participación. «Este tipo de token equivaldría a tener una participación o acción en una empresa, pero referido a un servicio basado en la cadena de bloques», describe García-Font. Con esto, el tenedor del token podría participar en el reparto de beneficio e, incluso, votar cuando deban tomarse decisiones.
Así nació Openvino, una compañía que ayuda a tokenizar la producción de vino para las bodegas. Los tenedores de tókenes son, a la vez, consumidores del vino y pagan por la moneda digital antes de iniciar la campaña. «Es un modelo de negocio que favorece a los viticultores, porque pagas por adelantado y ayudas con los gastos que puede generar una cosecha. Después, aunque el vino suba de precio, por el hecho de poseer este token, a ti te corresponde una parte, independientemente de su valor en el mercado», explica García-Font.
Un futuro a la vista, pero aún lejano
Aunque suena a ciencia ficción, este tipo de colaboraciones entre las empresas y los consumidores a través de la cadena de bloques ya se están dando. No obstante, como reconoce García-Font, «aún queda para que estos activos digitales se cuelen en nuestro día a día. Podemos disponer ya de la tecnología para hacerlo, pero todavía hay muchos intermediarios que dificultan su puesta en práctica».
Aun así, para muchas empresas ya es un horizonte al que hay que mirar y por el que se debe apostar. De hecho, desde 2015 la Unión Europea (UE) considera el bitcoin y otras criptomonedas como una forma de pago con la misma validez que el euro.