Por: Guillermo Vidalón del Pino
Jorge Basadre, el historiador de la república solía afirmar que el Perú es un problema, pero, también y afortunadamente una posibilidad. En ese sentido, a pesar de la coyuntura política actual, cuanta más crítica se presenta, mayor ha sido la capacidad de recuperación del país, sucedió tras la conflagración de la guerra del Pacífico, luego de la pacificación en principios de los años 90 y lo que sucede hoy no será una excepción.
Además, más temprano que tarde, estará brillando la luz acerca de quienes resulten responsables de los hechos de violencia que han ocasionado la lamentable pérdida de vidas humanas, así como la destrucción de bienes públicos y privados, y, la interrupción del normal desenvolvimiento de las actividades de la ciudadanía.
En este maremágnum, se han concertado varias voluntades, por un lado, la del narcotráfico y la tala ilegal -ambos desean un país distante del estado de derecho-; por el otro, la minería ilegal que aspira a seguir apropiándose de los recursos de la nación sin generar beneficio alguno a través de la tributación; asimismo, los remanentes de los grupos violentistas que fueron derrotados por las fuerzas del orden; también, se sumaron a este conglomerado quienes mantienen una identificación ideológica con doctrinas cuya aplicación no dieron el resultado esperado y que acrecentaron las condiciones de pobreza y desigualdad en los países donde se intentó aplicar.
Empero, la mayor desazón proviene del hecho que algunos operadores políticos hayan recurrido a la utilización de pobladores de menores recursos económicos para movilizarlos de un extremo a otro del país, con la finalidad de instrumentalizarlos y convertirlos en piezas claves para el logro de sus objetivos, inclusive, trasgrediendo el orden constitucional.
Además, si a ello le sumamos las desafortunadas declaraciones de quien señaló que las movilizaciones no habían dado el resultado esperado. Si para entonces ya había más de cincuenta fallecidos, podemos preguntarnos con indignación ¿qué esperaba?
Cierto es que existe un grupo de ciudadanos indignados que se sumaron a las protestas para expresar su disconformidad, la cual es comprensible porque ha primado la ineficiencia y la corrupción en un sector de la administración pública o de quienes resultaron ser los responsables de la gestión de los recursos que el sector privado aporta al estado con la finalidad de que brinde servicios sociales adecuados a la población.
En consecuencia, hay que separar la paja del trigo. La indignación, disconformidad o expresión de un punto de vista diferente no legitima el uso de la fuerza ni la violación de los derechos de los demás ciudadanos a actuar dentro de la ley. Se dirá que la protesta es un derecho reconocido constitucionalmente, pero no implica patente de corso para atacar al prójimo o violentar el fruto de su esfuerzo o el de varias de las generaciones que lo antecedieron. En concordancia, cuando se expresa o se es partícipe de una acción de protesta que implica el empleo de la violencia, se está dejando de lado la perspectiva de ésta dentro de un sistema democrático donde la discrepancia, la divergencia, tienen canales de expresión y que su ejercicio demuestra la madurez cívica alcanzada por los ciudadanos de una nación más allá de que tengan opiniones contrapuestas.
No obstante lo ocurrido, que ciertamente demuestra coordinación para llevar a cabo ataques sucesivos y simultáneos en contra de diversos activos claves de la nación, sean públicos o privados, lo cierto es que la inmensa mayoría de ciudadanos se ha percatado que quienes condujeron estas acciones menosprecian la integridad de los manifestantes y están dispuestos a poner en riesgo la vida del otro mientras que ellos se mantienen en el anonimato. Hoy, la ciudadanía sabe qué quienes promueven la violencia no buscan integrar a una nación diversa y compleja como la peruana.
El Perú como Posibilidad es el que intenta construirse sobre la diversidad cultural, sobre la riqueza natural que alberga nuestro territorio y que, afortunadamente, es más que suficiente para superar las condiciones de pobreza y atraso en la infraestructura que permitiría integrarnos, relacionarnos, conocernos y, sobre todo, valorarnos.
La minería fue la actividad que permitió un pronto resurgimiento del Perú tras el conflicto bélico del siglo XIX. Hoy, sigue siendo una oportunidad en la forja del país que todos soñamos.
Fuente: REVISTA MINERÍA&ENERGÍA